AGRICULTURA Y DESARROLLO RURAL; REFERENCIA ESPECIAL AL ASOCIACIONISNO AGRARIO
POR
Benjamín GARCÍA SANZ*
La agricultura es una actividad trasversal que afecta al mundo rural pero también a pueblos que no son rurales. Es una actividad que está presente en pueblos muy grandes del Sur denominados agro ciudades. A pesar de todo hay una vinculación muy directa entre agricultura y ruralidad, no tanto porque la agricultura es ya la base del trabajo del mundo rural, sino porque siendo su matriz. Para analizar el trabajo agrario en el mundo rural hay varias fuentes, una es la Encuesta de la Población Activa (EPA) que da cuenta de las personas que trabajan en este sector y otra es el Censo Agrario o la Encuesta de Estructuras Agrarias que recoge todas las personas que tienen alguna vinculación laboral con la actividad agraria. El contraste entre estas dos fuentes revela la existencia de nuevas figuras que aparecen en los Censos y no en la EPA como los titulares de explotaciones agrarias que tienen otra actividad, los titulares que cubren menos de media jornada en la explotación, los cónyuges de los titulares o los familiares. Esto nos lleva a afirmar la importancia que tiene la actividad en el mundo rural por la vinculación a los trabajos de la agricultura no sólo de los agricultores sino también de aquellos que están jubilados, tienen otra ocupación principal o son simplemente colaboradores temporales del trabajo agrario.
Planteando el futuro de la agricultura se ha introducido un comentario sobre la importancia del asociacionismo, no tanto el de producción, sino el de comercialización. Si bien los niveles alcanzados en cuanto a miembros y sectores implicados es alto, todavía queda un gran trecho que recorrer, sobre todo en lo que respecta a cooperativas de segundo grado y control de los mercados. Este es un reto al que hay que sumar una nueva apuesta que consiste en penetrar en los circuitos de la transformación por participar del reparto de beneficios, que sin duda se generan en esta fase, y también, por cumplir la normativa sobre calidad de los productos alimenticios y la trazabilidad, retos para los que sin duda están muy concienciadas las cooperativas.
Palabras Claves: Trabajo agrario,ruralidad, cooperativismo, comercialización, agroindustria
Códigos Econlit: P130, O180, Q130
ABSTRACT
The agriculture is an activity trasversal that concerns the rural world but also to villages that are not rural. It is an activity that is present in very big villages of the South named agro cities. Regardless there is a very direct entail between agriculture and ruralidad, not so much because the agriculture is already the base of the work of the rural world, but because being his counterfoil. To analyze the agrarian work in the rural world there are several sources, one is the Survey of the Active Population (EPA) who realizes of the persons who are employed at this sector and other one is the Agrarian Census or the Survey of Agrarian Structures that he gathers all the persons who have some labour entail with the agrarian activity. The contrast between these two sources reveals the existence of new figures that appear in the Censuses and not in the EPA as the holders of agrarian developments who have another activity, the holders who cover less half a day in the exploitation, the spouses of the holders or the relatives. This leads us to affirming the importance that has the activity in the rural world as the entail o the works of the agriculture not only of the farmers but also of those that are retired, they have another principal occupation or are simply temporary collaborators of the agrarian work.
Raising the future of the agriculture a commentary has interfered on the importance of the asociacionismo, not so much that of production, but that of marketing. Though the levels reached as for members and implied sectors it is high, still there stays a great span that to cross, especially regarding cooperatives of the second degree and control of the markets. This one is a challenge to that it is necessary to add a new bet that consists of penetrating in the circuits of the transformation for taking part of the distribution of benefits, which undoubtedly are generated in this phase, and also, to fulfill the regulation on quality of the nourishing products and the trazabilidad, challenges for those who undoubtedly are very aroused the cooperatives.
Key words: Agrarian work, coperativism, marketing, agroindustry, rural
EconLit Subject Descriptors: P130, O180, Q130
RÉSUMÉ
L'agriculture est une activité transversal qu'il touche le monde rural mais aussi les peuples qui ne sont pas ruraux. C'est une activité qui est présente chez de très grands peuples du Sud dénommés agro des villes. Malgré tout il y a un lien très direct entre une agriculture et ruralité, pas tant parce que l'agriculture est déjà la base du travail du monde rural, mais parce qu'en étant sa matrice. Pour analyser le travail agraire dans le monde rural il y a quelques fontaines, l'une est l'Enquête de l'Active Population (EPA) laquelle se rend compte des personnes qui travaillent dans ce secteur et l'autre est le Recensement Agraire ou l'Enquête de Structures Agraires qu'il recueille toutes les personnes qui ont un lien de travail avec l'activité agraire. Le contraste entre ces deux fontaines révèle l'existence de nouvelles figures qui apparaissent dans les Recensements et non dans l'EPA comme les titulaires d'exploitations agraires qui ont une autre activité, les titulaires qui couvrent moins de journée moyenne dans l'exploitation, les conjoints des titulaires ou des parents. Cela nous mène à consolider l'importance que l'activité a dans le monde rural au lien envers les travaux de l'agriculture pas seulement des agriculteurs mais aussi de ceux qui sont mis à la retraite, ils ont une autre occupation principale ou sont simplement collaborateurs temporels du travail agraire.
En posant l'avenir de l'agriculture s'est introduit un commentaire sur l'importance de l'asociacionism, non tant celui de production, mais celui de commercialisation. Bien que les niveaux atteints en ce qui concerne des membres et des secteurs impliqués il est haut, une grande distance reste encore, celui que parcourir, surtout en ce qui concerne des coopératives du deuxième degré et du contrôle des marchés. C'est un défi auquel il faut additionner un nouveau pari qui consiste à pénétrer dans les circuits de la transformation pour partager la distribution de bienfaits, qui sans doute sont générés dans cette phase, et aussi, pour accomplir la réglementation sur une qualité des produits alimentaires et du trazabilite, de défis pour ceux qui sont sans doute très conciencie les coopératives.
Des mots clefs: Un travail agraire, ruralité, cooperativisme, une commercialisation, agro-industrie
1. INTRODUCCION
Aunque hay todavía analistas que no distinguen claramente entre trabajo agrario y vida rural, la mayor parte de los estudiosos están totalmente de acuerdo en separarlos (García Sanz, B, 1999 a y 2003) Una cosa es la agricultura, que es una actividad general y como tal afecta a gentes que viven en pueblos rurales o no, y otra distinta es ser rural o vivir en este medio. En principio no todos los agricultores son rurales, es decir, no todos los agricultores tienen sus explotaciones o trabajan en pueblos rurales, como, al revés, no todos los rurales son agricultores (García Sanz, B, 1999 b). Hay agricultores que tienen sus explotaciones en pueblos grandes, pueblos urbanos, como también hay trabajadores de la agricultura que residen en estas mismas localidades. Unos y otros, en este caso, ya sean empresarios, autónomos o trabajadores por cuenta ajena, viven en pueblos grandes o en ciudades, y en cuanto tales son guardianes de la naturaleza y cuidadores del medio ambiente, pero no por ello se les puede considerar rurales. Es importante mantener esta distinción, trabajo en la agricultura y residencia rural, aun cuando el trabajo en la agricultura, todo el trabajo de la agricultura, tenga en sí un cierto toque de ruralidad. El agricultor, que tiene su explotación en un pueblo grande, o en una agro ciudad, como sucede en muchos pueblos de Andalucía, es agricultor y sus trabajadores se engloban en el marco de esta actividad, independientemente de donde resida. En contraposición, el señor del bar, de la tienda, o el jubilado que vive en pueblos pequeños es rural, aunque no tenga una relación directa con el trabajo agrícola.
La disociación de estos dos parámetros, ser rural y trabajar en la agricultura, es importante y afecta a una población de trabajadores, según la EPA de 2004, del orden del 43%[1]. El porcentaje descendería hasta el 31% si se considera solamente a los autónomos.
Así como se ha convenido que el grupo de los trabajadores agrarios es rural si vive en pueblos rurales, de igual modo el resto, el otro grupo, que apenas significa una población ocupada de algo menos de cuatrocientas mil personas, en modo alguno puede atribuirse y apropiarse de esta categoría, aunque su trabajo sea la agricultura. Alguien podría pensar que son rurales en cuanto trabajadores de la agricultura y urbanos por su forma de habitat, pero esta misma circunstancia se podría aplicar a otros trabajadores, como los de la construcción, la industria y los servicios, y sin embargo en estas actividades mantenemos la división agrario no agrario, y urbano y rural.
2. AGRICULTURA Y MEDIO RURAL
Dejando de lado los trabajadores de la agricultura que viven en un medio urbano, que suponen en torno al medio millón de personas, sobre un total de 1,12 millones, de los que el 31% son empresarios o autónomos y el resto asalariados, y me fijo en los trabajadores agrarios que viven en el medio rural.
Tendré ocasión de demostrar en otro apartado la disociación que se da actualmente entre el trabajo en la agricultura y el medio rural, pero permítaseme profundizar en la relación todavía existente entre agricultura y ruralidad.
Si bien los datos de la EPA (media anual de 2004) sólo contabilizan 634 mil trabajadores agrarios rurales sobre un total de 4,7 millones de activos rurales (el 13,5%) hay que situar en su justo término esta dato. El desglose de los activos agrarios rurales es el siguiente: 87% están ocupados y el 13% parados; por otro lado, el 54% son trabajadores por cuenta propia (autónomos o empresarios), y el 46% asalariados[2]. Ahora bien, esta visión del trabajo en la agricultura, tal como aparece recogido en la EPA y que, por supuesto, refleja la realidad de los trabajadores y de las familias que viven exclusiva, o principalmente, de la agricultura en el medio rural, no refleja la diversidad de situaciones que se dan en nuestros país.
La agricultura es una actividad muy compleja y está dando lugar a situaciones muy diversas. Desde el agricultor, o el trabajador de la agricultura, que vive solo, o principalmente, de esta actividad, hasta el rural que nada tiene que ver con la agricultura, hay una gran variedad de situaciones.
Por supuesto que hay trabajadores de la agricultura (agricultores o asalariados) que viven del trabajo de la tierra y que se han especializado en tareas propiamente agrícolas, o ganaderas. A estos es a los que se refiere la EPA cuando hace una caracterización de la ocupación sectorial. Aunque no siempre se recoge con exactitud su situación, si se tiene en cuenta el grupo por el que cotizan a la Seguridad Social, es un grupo importante en el que predominan los autónomos frente a los asalariados. Son trabajadores del campo a tiempo completo, lo que no quiere decir que tengan trabajo a lo largo de todo el año.
Hay muchos autónomos que apenas cubren media UTA[3] en su explotación y no tienen otra actividad, como se da también la figura del asalariado temporero que vive solamente del trabajo del campo. Aunque son dos figuras que están en retroceso no se puede soslayar la importancia de estos colectivos para la ruralidad.
Hay trabajadores que eran agricultores pero poco a poco han ido dejando esta actividad y sustituyéndola por otra que les reporta unos ingresos complementarios. Siguen siendo agricultores, y lo son a título principal, pero ante la insuficiencia de sus ingresos dejan el trabajo de la agricultura para los momentos en los que no tienen asegurado un salario. Son y se sienten agricultores, pero la experiencia les dice que con las tierras que cultivan y con los precios que se pagan no tienen asegurado su futuro. Siguen al pie de la explotación porque no les queda otro remedio, pero buscan fórmulas complementarias para paliar los efectos negativos que se derivan de la insuficiencia de su trabajo.
Otros han dado el salto antes y se han asegurado unos ingresos fuera del sector agrario, aunque continúan cultivando las tierras que recibieron por herencia y en su día constituyeron la base del sustento familiar. Éstos siguen siendo agricultores, pero lo son a tiempo parcial y circunscritos a tareas y trabajos muy específicos (Censo Agrario, 1999 y EEA, 2005): El trabajo de la vendimia, la recolección de la oliva, la recogida de la mies, etc. Tienen el sentimiento de que económicamente ya no dependen de esta actividad, pero siguen vinculados a ella como si se tratase del trabajo de su vida. Unas veces por los recuerdos familiares, otras por vocación, y otras por el mismo sentimiento de ruralidad que les perdura, hacen que esta actividad sea algo prioritario en su vida. No hacen números, pero si los hicieran dejarían esta actividad. Hay en ellos un impulso incontrolado hacia la permanencia en el sector debido no tanto a razones económicas sino a sentimientos familiares muy arraigados.
Otros se han alejado un poco más de la actividad agraria, bien por edad, o bien por consideraciones económicas, y han entregado sus pequeñas propiedades en arrendamiento. Por supuesto que no son agricultores, pero no por ello han abandonado el sentimiento de la ruralidad, vinculado al trabajo de la agricultura y a la producción agraria. Este grupo depende de la agricultura, aunque de forma marginal, y así lo manifiestan en sus conversaciones. Tienen el mismo sentimiento del agricultor y por eso reaccionan de una forma muy parecida ante todo lo que se cierne sobre la agricultura y su futuro. Lo mismo que reaccionan con la misma pasión ante la bondad o inclemencias del tiempo; la buena o la mala cosecha, la guerra de los precios y las subvenciones, la valoración o el desprecio hacia el agricultor.
Finalmente, otras familias, cada vez más numerosas, poco o nada tienen que ver con el trabajo agrario. Son nuevos profesionales que viven en el medio rural pero sin una relación directa con la agricultura. Son trabajadores de la industria, la construcción o los servicios que han invertido o apostado por este sector. Por supuesto que son rurales porque toda su vida, o buena parte de ella, se ha desarrollado en este medio, pero en modo alguno se les puede considerar agrarios. Esto no quiere decir que no tengan una valoración positiva de la agricultura, y reconozcan la importancia de este sector para la vida rural, pero su pensamiento y su vida está interesada por otros problemas. Tampoco este grupo se ha desvinculado del sentimiento general que se da a la agricultura para la vida de los pueblos.
Todo este conjunto de situaciones me ha llevado a afirmar en otros trabajos que la agricultura sigue siendo la matriz de la ruralidad, aunque con un significado muy distinto al que tuvo en el pasado (García Sanz, B, 1999).
Rastrear todos estos pormenores nos lleva a utilizar como base los datos del último Censo agrario de 1999, corregidos y actualizado a través de la Encuesta de Estructuras Agrarias de 2005. No hay que olvidar que el Censo de 1999 es un Censo de explotaciones y como tal recoge todos los pormenores vinculados a la explotación. Distinta es la EPA que analiza personas y lo hace teniendo en cuenta su dedicación. Para empezar, frente al 1,2 millones de activos agrarios que proporciona la EPA de 2004, el Censo agrario contabiliza 1,7 millones de titulares de explotaciones agrarias, 541 miles de cónyuges que colaboran en la explotación como ayudas familiares y 736,7 miles de otros familiares del titular. En total, estamos hablando de 2.998.503 personas, tres veces más que las que señala la EPA. Todos ellos son agricultores, o familiares del agricultor que de una manera u otra tienen alguna relación con esta actividad[4].
La importancia de esta situación para el mundo rural es aún mucho más significativa.
Según el citado Censo viven en el mundo rural 1,2 millones de titulares a los que hay que sumar 385.959 ayudas familiares de cónyuges y otros 506.497 ayudas familiares de otros familiares. En total, estamos hablando de una cifra de 2.134.643 personas vinculadas de una manera o de otra a la agricultura, cifra que casi duplica la población que la EPA estima como agraria. Estos datos son de por sí muy significativos y evidencian la penetración del trabajo agrícola en el entramado de la sociedad rural. Pero vayamos por partes.
Ante la pregunta que hace el Censo Agrario de si los titulares de una explotación tienen otra actividad lucrativa, (se entiende diferente de la agraria), un 32% dice que sí, y el otro 68% que no. Por los datos de la EPA no parece que este 68% (estaríamos hablando de más de ochocientos mil titulares rurales de explotaciones) sean agricultores y vivan del trabajo de la agricultura, sino que en este grupo se incluye tanto a los agricultores que viven de la agricultura como ocupación principal, como a otros colectivos que ya no son trabajadores del campo. Desde luego, un número importante de estos titulares son jubilados. A este grupo pertenece nada menos que el 32%. Obviamente todos estos son titulares de una explotación, y así lo hacen constar en el Censo, aunque ya han dejado de ser agricultores y trabajar en el campo por su condición de jubilados.
Un hecho más para aclarar este extremo, es la escasa dedicación de los titulares a los trabajos de la agricultura. Nada menos que el 64% de los titulares dicen que sólo dedican a la explotación menos del 25% de su tiempo, y sólo el 11%, el 50%, o más.
Si entre los titulares de una explotación sobresale el grupo de los no agricultores, bien por su escasa dedicación o bien por su carácter de jubilado, otro tanto cabe decir del trabajo de los cónyuges. Por supuesto que son trabajadores del campo y por eso constan como tales en el Censo Agrario, pero su dedicación es bastante limitada. Ahora bien, en este grupo se dan varias situaciones. Desde aquellos que colaboran parcialmente en la explotación, y no tienen otra actividad, muchas de ellas amas de casa, hasta los que comparten esta actividad con otra remunerada.
La dedicación y la compatibilidad con otra actividad aclara estos extremos. Apenas el 29% manifiesta tener otra actividad, además de la agraria, y la mayoría, el 71%, dice que no. No menos aclaratorios son los datos de la dedicación. Nada menos que el 69% señalan que dedican menos del 25% de su tiempo a la actividad agraria y tan sólo el 18%, más del 50%.
También en esta categoría de trabajo hay un grupo muy importante de personas jubiladas, el 20%, que aunque pueden colaborar en los trabajos de la explotación familiar, su aportación es más que nada testimonial.
La presencia de familiares, diferente al cónyuge, en los trabajos de la explotación, ha sido una práctica habitual. Destacan en este grupo principalmente los hijos que están estudiando o realizando otra actividad y, en segundo lugar, algún que otro familiar, vinculado de forma muy directa a la familia agraria. Tampoco este grupo se destaca por su aportación al trabajo de la agricultura. Un 11% dedicarían más del 50% de su tiempo y la mitad lo haría al menos una jornada, pero la gran mayoría, el 79%, sólo aportaría menos del 25% de su tiempo. Este grupo, frente al de los cónyuges, destaca por su profesionalización en tareas no agrarias. De hecho el 54% tienen otra actividad remunerada frente al 45% que no la tienen. Es gente que se encuentran entre los adultos, 64% tienen entre 24 y 64 años, con una presencia del 26% de menores de 25 años.
Todas estas situaciones, titulares que no son agricultores o están jubilados, cónyuges que son amas de casa o realizan otra actividad, y familiares que viven de su trabajo y que colaboran en las tareas del agricultura, hacen que no podamos minimizar ni reducir el trabajo de la agricultura a aquellas familias que viven principalmente de esta actividad.
Tan importante como el trabajo propiamente agrícola, o el de los agricultores que se declaran como tales, están las otras figuras, que siguen dando al mundo rural un tinte de agrarismo y de actividad agraria, aunque con otro tono diferente al del pasado.
Todos estos grupos, -titulares de explotaciones, que no viven ya del campo, cónyuges de titulares que cuentan con otra actividad lucrativa y familiares de loe titulares, sobre todo los hijos, que han decidido no vivir de la explotación-, están marcando un nuevo concepto de la ruralidad y una nueva manera de entender la vida en los pueblos y el trabajo en la agricultura. A pesar de todo no se debe ocultar o minimizar la relación que estos colectivos siguen teniendo con el trabajo agrario. Algunos lo rememoran y recuerdan como una parte importante de su vida, aunque para otros es una obligación y un compromiso familiar. Unos gozan porque les trae recuerdos a los que no pueden renunciar, aunque otros lo aceptan porque no queda más remedio.
En uno y otro caso este trabajo forma parte de un entramado que va mucho más allá de lo económico y de lo laboral y se engarza y relaciona con una especie de identidad que asocia trabajo agrario y ruralidad. De hecho ésta es la consideración que aparece en mucha gente que vive en pueblos rurales. Relacionar trabajo agrario y mundo rural, aunque los datos estadísticos desmientan esta relación. Se puede argumentar, y de hecho así lo hacemos, que los que viven del campo como actividad principal son una minoría, pero en el recuerdo y en la apreciación de la gente aparece toda esta red de relaciones que indica todo lo contrario. La agricultura penetra la ruralidad y todavía hay momentos en los que el trabajo de la agricultura es la actividad que concita la vida local, aunque sólo sea de forma marginal.
Ahora bien, la presencia de lo agrario en el conjunto de la actividad rural tiene muchos contrastes según el territorio. Hay espacios en los que esta actividad se ha diluido, dando paso a otras alternativas, pero en otros todavía se mantiene, aunque con tendencia a declinar. El trabajo agrario sigue siendo mayoritario y penetra de forma subliminal el tejido de la ruralidad en algunas comunidades del norte de España, como Galicia y Asturias. También tiene una presencia muy importante en el mundo rural andaluz y murciano.
Cabe hablar, también, de un impacto fuerte de lo agrario en lo rural en las comunidades de Castilla la-Mancha, Extremadura, La Rioja, Comunidad Valenciana, Aragón y Castilla y León. Estas comunidades, aunque están sufriendo un proceso acelerado de desagrarización, todavía tienen un número importante de personas que, por un motivo o por otro, tienen vínculos con el trabajo de la agricultura.
Es verdad que la tendencia es ir desapareciendo las pequeñas explotaciones, o que se sustituya el trabajo de los cónyuges y familiares por el de máquinas, pero de momento hay una presencia notable de explotaciones pequeñas y perdura una conciencia y responsabilidad en torno al trabajo de la explotación.
Una presencia mucho más limitada se da en las comunidades que han sufrido un fuerte proceso de industrialización, como el País Vasco, Navarra o Cantabria, o de terciarización, como Baleares y Canarias. En éstas comunidades la presencia de lo agrario tiene un carácter cada vez más marginal y es imposible valerse del concepto del trabajo en la agricultura para seguir repensando lo rural. Aquí lo rural ha dejado de ser una forma de trabajo para enfatizar otros aspectos de la ruralidad como la dimensión de los pueblos o el contexto en el que se desarrolla la vida.
Cuadro 1. Mano de obra familiar en las explotaciones
Titulares |
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Hombres |
Mujeres |
Ambos sexos |
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735010 |
292812 |
1027822 |
Cónyuges |
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Hombres |
Mujeres |
Ambos sexos |
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189230 |
449540 |
638770 |
Otros familiares |
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Hombres |
Mujeres |
Total |
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426771 |
145907 |
572678 |
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Titulares |
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Hombres |
Mujeres |
Ambos sexos |
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72% |
28% |
100% |
Cónyuges |
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Hombres |
Mujeres |
Ambos sexos |
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30% |
70% |
100% |
Otros familiares |
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Hombres |
Mujeres |
Ambos sexos |
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75% |
25% |
100% |
Fuente: EEA,2005 |
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Todavía hay una
categoría más baja pensando la ruralidad en los términos en los que lo venimos
haciendo. Se trata de los casos de Madrid y Cataluña en los que la actividad
agraria, medida también en los términos del Censo Agrario, tiene un carácter
cada vez más marginal. El desarrollo de los servicios, en la comunidad de
Madrid, y la industria y servicios, en Cataluña, son alternativas que van
enterrando poco a poco el trabajo directo en la agricultura.
Gráfico 1. Porcentaje comparado de explotaciones por tramos: EE,2005 y Censo Agrario 1999.
Una corrección y, si cabe, una actualización de los datos aportados en los epígrafes que anteceden los proporciona la Encuesta de Estructuras Agrarias 2005 (EEA, 2005). Lo primero que hay que señalar es que los datos no son comparables. No lo son porque uno es un Censo y como tal hace un análisis de todas y cada una de las explotaciones existentes en el momento en que se levantó, y otra es la encuesta que selecciona sólo una parte del universo que se pretende analizar. Por otro lado, la EEA 205 adopta un criterio selectivo al dejar fuera del análisis a aquellas explotaciones muy pequeñas, (menores de una ha). De hecho, el Censo cifra el número de explotaciones en 1,76 millones, mientras la EEA 2005 lo rebaja hasta 1,06 millones. Como indica el gráfico adjunto, la reducción mayor se ha producido en las explotaciones con menos de una hectárea que ascendían a algo más de 455 mil en el Censo de 1999, y tan solo 90 mil en la EEA 2005. En la comparación se observa un proceso de racionalización con una disminución porcentual de las explotaciones muy pequeñas y un incremento de las medianas y grandes.
3. CONSIDERACIONES SOBRE LA ACTIVIDAD AGRARIA
Como se deduce del epígrafe anterior, el estudio de la agricultura trasciende el de la ruralidad, aunque sin negar la fuerte relación que se dan entre ambas.
Retomando de nuevo la importancia de lo agrario en la sociedad actual, lo primero que hay que destacar es su constante reducción. Si hace dos o tres años todavía superaba el 7% con más de un millón de ocupados en la actualidad ya sólo alcanza el 5% (893 personas). De ellos 72% son hombres (629 mil) y el 28% mujeres (254 mil). Es por ello por lo que hay que destacar cada vez más su importancia cualitativa que cuantitativa (García Sanz B. Y García Fernández G., 2007). Aunque en el sector agrario hay un dinamismo interior que afecta a los cultivos, a los rendimientos, a la modernización de las explotaciones, a la selección de semillas, a las políticas, a las inversiones, está aún lejos de imitar a los otros sectores cuyo peso en la creación de empleo y en la atracción de personal cualificado es muchos mayor.
Dos notas importantes a destacar, la primera una presencia relativamente escasa de jóvenes y la segunda el aumento de inmigrantes extranjeros.
Respecto a los jóvenes, es indudable el poco atractivo que sienten por este sector (García Sanz B. 1999 b). Hasta cierto punto es justificable. No parece lógico plantearse ser agricultor si esta alternativa laboral no hace posible sustentar a una familia con el trabajo invertido en la explotación. Este es el planteamiento que se hace una buena parte de hijos de agricultores. Hay, no obstante, un grupo de jóvenes que no tiene ningún inconveniente en elegir el trabajo agrario si pueden contar con una agricultura más o menos suficiente que les permita hacer frente a los gastos de la explotación y obtener de ella una remuneración adecuada. Por otro lado, es en este grupo de autónomos en el que se da con más frecuencia la reproducción laboral al que se une un grupo pequeño que se ha especializado y se ha vinculado a esta actividad como un asalariado cualificado.
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Total |
Varones |
Mujeres |
<25 años |
10% |
10% |
8% |
De 25 a 30 |
34% |
34% |
34% |
De 40 a 64 |
54% |
53% |
55% |
De 65 y más |
3% |
3% |
2% |
Total |
100% |
100% |
100% |
Fuente: EPA, 2006 |
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El fenómeno de la inmigración extranjera rural es cada vez, cuantitativamente hablando, más importante. De representar en torno al 25% de los que llegaban hace quince años, hoy su porcentaje ha descendido hasta el 15/16%, pero se ha incrementado el número de llegadas anuales hasta más de las cien mil. El total de inmigrantes extranjeros rurales supera el medio millón representando más del 8% sobre la población rural (García Sanz, B, 2006 a y 2006 b). La relación de este colectivo de inmigrantes extranjeros rurales con la agricultura es decisiva. En un primer momento ocuparon el vacío que dejaron los asalariados agrarios y las tareas de la agricultura eventual (García Sanz, B y Izcara Palacios P, 2003), para ir desarrollando poco a poco otras actividades no solo agrarias sino también extraagrarrias. Refiriéndonos a las actividades agrarias rurales, que son las que en este trabajo interesan, hay sectores que se mantienen, o se recuperan, como las denominaciones de origen del viñedo y ciertos cultivos intensivos merced a la emigración, y en todo caso puede seguir adelante el proceso de modernización merced a esta mano de obra barata. En este punto hay que resaltar que ya no son solo los magrevíes los que optan por los trabajos agrarios sino también los procedentes del Este, búlgaros y rumanos, que están conquistando los pueblos rurales de la meseta central.
4. ASOCIACIONISMO AGRARIO
Se suelen distinguir dos clases de asociacionismo, el de producción y el de comercialización que, a su vez, puede realizar otras muchas funciones incluyendo la trasformación de materias primas o la prestación de servicios a los agricultores..
El asociacionismo de producción tuvo una cierta importancia en los años sesenta-setenta, coincidiendo con la gran crisis de la actividad agraria, pero en la actualidad ha quedado como una forma testimonial de organización del trabajo agrario. Apenas el uno por ciento de los ocupados agrarios están acogidos a esta modalidad, lo que representa algo menos de siete mil personas. De ellos el 67% son varones y solo el 33% mujeres. Es una forma de organización que tiene poco atractivo entre los jóvenes y está llamada a desaparecer, o tener un carácter cada vez más marginal, en la organización del trabajo agrario (EPA, 2006).
Cuadro 3. Ocupados en la agricultura.
Ambos sexos |
Total |
Varones |
Mujeres |
Total |
100% |
100% |
100% |
Trabajador por cuenta propia: total |
48% |
48% |
50% |
Empleador |
6% |
7% |
3% |
Empresario sin asalariados |
34% |
35% |
32% |
Miembro de cooperativa |
1% |
1% |
1% |
Ayuda familiar |
7% |
5% |
13% |
Asalariados: total |
51% |
52% |
50% |
Asalariados del sector público |
2% |
2% |
1% |
Asalariados del sector privado |
50% |
50% |
49% |
Otra situación profesional |
1% |
1% |
0% |
Fuente: Instituto Nacional de Estadística, EPA, 2006. |
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El agricultor ama su autonomía personal y, aunque podría encontrar grandes ventajas en la organización común del trabajo de producción (no trabajar solo, sumar esfuerzos en la consecución de unos objetivos comunes como racionalizar la inversión, aprovechar mejor la maquinaria, evitar contrataciones a tiempo parcial innecesarias, etc) suele anteponer la libertad individual a las ventajas económicas o laborales que podría significar esta forma de trabajo.
En descargo de esta afirmación hay que señalar lo que apunta el Libro Blanco de la Agricultura y del Desarrollo Rural que no se atreve a tener en cuenta las distintas formas jurídicas de producción en común “ya que su elevado número y la dispersión tanto jurídica como geográfica hacen muy difícil la homogenización de datos fiables” (LBADR, 277, 2003)
Distinta es la posición que ha alcanzado el asociacionismo de comercialización y de transformación en su doble modalidad jurídica: cooperativas y SAT.
Empecemos señalando que el asociacionismo agrario es una fórmula muy extendida en la UE con casi 30.000 cooperativas, según el Informe COGECA[5], 9 millones de socios y nada menos que 600.000 trabajadores. El volumen de negocio había alcanzado en el año 2001 los 210 millones de euros, lo que representa el 50% de los insumos agrarios y el 60% de la cuota de producción, transformación y comercialización agrarias. España ocupa una posición media, tirando hacia abajo, en el contexto de la UE. Las cooperativas españolas tienen una media de 249 socios frente a 315 de media de la UE con el punto más alto en Dinamarca con 5.289 socios por cooperativa. La facturación por socio asciende como media a 24.366 ME frente a 12.946 ME en España y el pico más alto también está en Dinamarca con 123.274 ME (LBADR, 275, 2003)
Según el Informe Socioeconómico del Cooperativismo Agrario Español, en el año 2001 había del orden del 4.000 empresas asociativas agrarias que agrupaban a un millón de agricultores y ganaderos. Si relevante es la importancia cuantitativa no lo es menos la “cualitativa” en cuanto al desarrollo de funciones en la cadena de producción, prolongación hacia las fases posteriores de transformación y comercialización, e incorporación de innovaciones y participación en la gestión del medio (LBADR, 273, 2003). Por un lado se da la tendencia a la integración sectorial, pero por otro son nuevos los sectores que aparecen dominados por el asociacionismo, sobre todo en las zonas de vocación hortofrutícola. De hecho es la región mediterránea (Andalucía, Comunidad Valenciana, Cataluña y Murcia), la que mayor atractivo genera por esta forma de organización.
El millón de personas asociadas en al año 2001 no se le puede hacer coincidir con el de titulares de las explotaciones pues un mismo agricultor pude ser socio de distintas cooperativas con distinta actividad, como también, dentro de una misma explotación, puede haber varios miembros de la explotación que pertenezcan a una cooperativa.
El análisis territorial pone de manifiesto el fuerte arraigo del cooperativismo en la parte sur de España. Ello es debido a la presencia en estas regiones de dos cultivos que han concitado un gran interés por el cooperativos, la oliva y el vino. A la implantación del cooperativismo en el sur hay que añadir el de la Comunidad Valenciana en la que las fórmulas asociativas han tenido un fuerte arraigo histórico. A estas dos comunidades se vienen a unir en cuanto a importancia Cataluña, Castilla la Mancha, Castilla y León y Extremadura. En estas seis comunidades se encuentra nada menos que el 64% de la Empresas Asociativas Agrarias (LBADS, 277, cuadro 2).
Si importante es el número, no lo es menos la facturación que ha alcanzado este tipo de cooperativismo. No es desdeñable la cifra de 12.013 millones de euros que alcanzaron las facturaciones en el año 2001. Esta cifra representa nada menos que el 45,4% de la PFA, resultado de un aumento de la diversificación de actividades, más allá de las tradicionales de comercialización y transformación de productos (CA, 2003). También es Andalucía la que está a la cabeza, seguida de la Comunidad Valenciana, Cataluña y las dos Castilla. Desciende el peso de Extremadura que es sobrepasada en cuanto a porcentajes de facturación por Galicia por la importancia de la leche.
Con relación a la U.E., estos datos representan el 15% de empresas, el 12% de socios y el 6% de las ventas, lo que pone de manifiesto la pequeña dimensión económica de las cooperativas españolas (García Sanz, B y García Fernández Gerardo, 2007).
Atendiendo a la facturación, los sectores en que se concentran una buena parte de las actividades cooperativas son la hortofrutícola, la ganadera, el aceite de oliva y los suministros, sectores que representan el 30%, 24%, 11% y 10%, respectivamente, de la facturación total de las empresas asociativas.
En cuanto a las cuota de mercado, hay que destacar por encima de todos los sectores del tabaco con el 100% de comercialización. Siguen, con niveles muy altos, superiores al 70%, el arroz, el mosto, el aceite de oliva y elaboración de vino. La leche, los cítricos y los frutos secos tienen una cuota de comercialización alrededor de un 50%. Son también relevantes los sectores de frutas, algodón, cereales y carne de ovino-caprino en los que la cuota de mercado de la empresa asociativa supera el 35%.
En cuanto a los contenidos de la actividad cooperativa priman la adquisición y suministros de medios de producción agrarios (se incluyen servicios de asistencia técnica y asesoramiento a las explotaciones), función que cubre el 27% de las empresas del sector. Los siguientes grupos de actividad son la transformación y comercialización de aceite de oliva (16%), comercialización de frutas y hortalizas (14%), sector vitivinícola (13%) y cultivos herbáceos (comercialización de cereales, oleaginosas y proteaginosas) (10%).
Pero si hay que destacar la importancia del cooperativos en los campos ya señalados, como son el de la producción, con posibilidades de influir en el mercado de precios, o de abaratar los costes de la explotación, todavía queda un largo camino por recorrer en lo que respecta a la presencia y control de la industria agroalimentaria. Los expertos han señalado ventajas comparativas y especialidades intrínsecas que abren un nuevo panorama para el cooperativo del futuro (LBADR, 285-286).
La primera es que las cooperativas como tales mantienen una posición estratégica dentro de la cadena alimentaría. Pueden actuar como puente entre la producción, la industria y el comercio, instando a los agricultores y los ganaderos a que participen en la transformación y comercialización de los productos. Además, permite una adaptación entre la producción y el mercado.
La segunda gran ventaja es que la participación de las cooperativas en la cadena alimenticia reporta grandes beneficios económicos a los agricultores en cuando les ofrece la posibilidad de participar en el valor añadido que se genera en estas fases. No hay que olvidar el gran salto que se da en los precios de los productos agrarios desde la producción de la materia prima hasta la transformación y la comercialización.
Otra ventaja radica en la posibilidad de controlar los procesos que siguen a la producción y cumplir con las exigencias, cada vez más acentuadas y protegidas por las leyes, de la trazabilidad y de la seguridad alimenticia. Este es un reto que con mucho más sentido que las empresas de transformación o de comercialización pueden hacer las cooperativas. En la medida que participan en toda la cadena de elaboración de los alimentos pueden conocer y garantizar cada uno de los procesos a los que han sido sometidos antes de llegar al consumidor.
Desde otro punto de vista, las cooperativas aglutinan los intereses de los agricultores, mejoran su posición negociadora y les permite seguir conservando su capacidad de decisión. Pero para ello es necesario que se concentre la oferta, tener una mayor presencia en el mercado y evitar que el agricultor quede reducido a un mero suministrador de materias primas. Es, por otro lado, una ventaja que contribuye a dar estabilidad a los mercados
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* Departamento de Sociología II (Ecología Humana y Población) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
[1] Dato referido a todos los trabajadores de la agricultura tanto si lo hacen como autónomos o como trabajadores por cuenta ajena. Si se desagrega el dato correspondería un 69% a autónomos de los pueblos rurales y tan sólo el 45% a los asalariados. EPA, 2004.
[2] Estos datos globales son muy dispares si se introduce la variable territorio, con una presencia casi exclusiva de autónomos en Galicia y toda la mitad Norte, y una presencia que incluso supera el 50% en Andalucía y Extremadura y, algo menos, en Castilla la-Mancha.
[3] La UTA es la unidad de trabajo anual y que se corresponde con 228 jornadas anuales y 1826 horas. Para conocer con mayor precisión la dedicación ver el Libro Blanco de la agricultura y el desarrollo rural, Tomo 1 página 95.
[4] Ver Libro Blanco de la agricultura y del desarrollo rural, tomo I páginas 89 a 96. MAPA.
[5] Organización representativa de las cooperativas de la UE.